Josep Pijoán Soteras nació en 1880 en Barcelona, donde se graduó como arquitecto. En 1913 emigró a Canadá y luego a los Estados Unidos, donde fue profesor en el Pomoma College, una escuela de arte privada en Claremont, California. John Cage —que nació en Los Angeles el 5 de septiembre de 1912— se inscribió al Pomona College en 1928. Aunque su curso principal era de teología, tomó algunos otros, uno de ellos con Pijoán, quien, entre otras cosas, lo introdujo a la obra de Marcel Duchamp. Pijoán también quiso convencer al joven Cage para que estudiara arquitectura.
A finales de 1958, Cage —según el mismo cuenta— escribió en un hotel de Estocolmo las notas para una conferencia que daría una semana después en la Feria Mundial de Bruselas. El título de la conferencia era Indeterminación, y empieza contando su primer viaje a París. Tenía 18 años y se había tomado un tiempo libre de sus clases en el Pomona College.
Al viajar, era la arquitectura gótica lo que más me impresionaba y el gótico flamígero del siglo XV más que cualquiera. Me atraían las balaustradas de ese estilo. Durante seis semanas las estudié en la Biblioteca Mazarino. Llegaba cuando abrían y no me levantaba hasta que cerraban. El profesor Pijoán, que había conocido en Pomona, llegó a París y me preguntó qué estaba haciendo. (Estábamos en una estación de trenes). Le conté. Literalmente me dio una ligera patada y dijo: «mañana vas a ver a Goldfinger, arreglaré que trabajes con él. Es un arquitecto moderno.” Tras un mes de trabajar con Goldfinger, midiendo las habitaciones que debía modernizar, contestando el teléfono y dibujando columnas griegas, escuché a Goldfinger diciendo: «para ser un arquitecto uno debe dedicar toda su vida solamente a la arquitectura.» Entonces me fui. Antes le expliqué que había otras cosas que me interesaban: la música y la pintura, por ejemplo.
Cage siguió viajando. Visitó Alemania y España. En Mallorca compuso su primera obra musical. Pero, según Christopher Shultis, la arquitectura siguió siendo uno de sus intereses: entre los visitantes registrados en la Bauhaus de Dessau está el nombre de Cage. Entre los maestros de la Bauhaus estaba Lásló Moholy-Nagy, de origen húngaro, igual que Goldfinger. Moholy-Nagy emigró a los Estados Unidos en 1937. En los años 40 se convirtió en el director fundador del Instituto de Diseño de Chicago —que en 1949 pasó a ser parte del IIT—, adonde invitó a Cage a enseñar. En la Bauhaus también enseñaba Josef Albers quien, por recomendación de Philip Johnson, fue el director del programa de pintura en el Black Mountain College, en Carolina del Norte, desde que se fundó en 1933 hasta 1949. En 1948 Cage y Merce Cunningham visitaron el colegio para ofrecer un recital. Cage regresaría varias veces más a Black Mountain.
La conferencia de Cage era una colección de historias que empezaban con la anécdota de Pijoán recomendándole trabajar con Goldfinger. Cada historia debía contarla en un minuto: si era corta debía alargarla; si larga, hablar rápido. La intención al poner esas historias juntas de manera no planeada, dice Cage, “era sugerir que todas las cosas —historias, sonidos incidentales del ambiente y, por extensión, seres— están relacionadas y que esa complejidad es más evidente si no se sobre simplifica mediante la idea de una relación en la mente de una persona.” Para Cage, la indeterminación era algo que tenía que ver con la ejecución más que con la composición de la obra. Carmen Pardo dice que la indeterminación era subrayada por el tiempo y el espacio físico en el que se daba la interpretación, modificando la función que se otorgaba a la partitura, “que pasa a ser concebida como un «informe de interpretación.»” En 1958 compuso Fontana Mix. La partitura son 10 hojas de papel y 12 transparencias. En las hojas hay dibujos de líneas curvas de seis tipos distintos. Las transparencias tienen puntos distribuidos al azar. Al sobreponer las hojas y las transparencias se genera una estructura que el ejecutante debe interpretar. Judy Lochhead dice que “la indeterminación de esas obras opera de dos maneras. Primero, el compositor ya no determina lo que en una notación tradicional es una relación más o menos precisa entre los signos y el sonido: minando el proceso tradicional mediante el cual el ejecutante lee la notación y produce las series de sonido. En vez de eso, el compositor «determina» un conjunto de reglas mediante las cuales el ejecutante produce la notación que regula la producción de sonido. En segundo lugar, dado que la notación no especifica sonidos particulares, el concepto de pieza debe reformularse.”
En su libro La arquitectura de la indeterminación, Yago Conde (1957-1994), exploró las posibilidades de los sistemas indeterminados de notación musical empleados por John Cage trasladados a la notación arquitectónica.
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