ayer leí en milenio un texto con ese título, ¿por qué ahora contra la iglesia?, firmado por alberto peláez, reconocido reportero y corresponsal de guerra y católico confeso –en el mismo artículo. peláez critica el "acoso al que se enfrenta la iglesia católica a nivel mundial -comparado torpemente por un cura con el antisemitismo-, diciendo que le parece indigno.
altos oficiales del vaticano –incluyendo al futuro papa benedicto 16- no expulsaron al cura que abusó de al menos 200 niños sordos, aun cuando varios obispos americanos advirtieron repetidamente que evitar actuar en este asunto podría avergonzar a la iglesia.la correspondencia de obispos de wisconsin directamente al cardenal joseph ratzinger, futuro papa, muestra que mientras los oficiales debatían sobre si el cura debía ser expulsado, su más alta prioridad era proteger a la iglesia del escándalo.
tal vez por eso, pese a las bondades de misioneros, monjas y curas a diestra y siniestra, como aduce peláez, se va ahora "contra" la iglesia. no contra sus mitos y creencias. ni contra sus dogmas; ni siquiera contra su proverbial intolerancia a lo otro y al otro. sino contra esa jerarquía, llena de soberbia y obnubilados por el poder, que hacen cualquier cosa por imponer una verdad y sólo una, aunque le cueste a niños y niñas violados, torturados, agredidos –y eso, finalmente, la idea de que esa "verdad" vale más que cualquier otra cosa, si es una razón para ir contra sus mitos y sus creencias, contra sus dogmas y su intolerancia.
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