Para muchos, incluyendo bastantes arquitectos, la imagen tal vez no diga mucho. Una modelo con un vestido blanco escotado, los ojos y la boca entreabierta, sostiene una bolsa que parece hecha de alguna fibra, con un diseño que podría hacernos pensar en una artesanía del centro de África. La bolsa también tiene un ojo, sólo uno pero bien abierto con el que nos ve fijamente desde el lado derecho de la imagen. La bolsa no cuelga vertical, tirada por propio peso y la gravedad, sino que hay una tensión entre ella y la modelo que la carga. No es claro quién tira a quién. El fondo de la foto es un patrón de formas concéntricas que al centro es dorado, haciendo juego con la bolsa y el cabello de la modelo, y hacia afuera se vuelve plateado, lo que combina bien con el color blanco de las cuatro letras que en la izquierda dicen todo sin decir nada: Dior
El fondo no es un montaje o un escenario fabricado por un director de arte muy competente. Es el domo de la sala de consejo de la sede del Partido Comunista Francés, edificio inaugurado tras quince años de trabajo el 27 de junio de 1980. El 30 de marzo del 2012 se publicó en Liberation —periódico que cuando apareció, en 1973, teniendo como uno de sus fundadores a Sartre, se encontraba en la extrema izquierda y que con el tiempo se ha corrido hacia una izquierda más moderada– un breve artículo firmado por Tiphaine Lévy-Frébault y titulado El partido comunista investido por Dior:
La sede del Partido comunista francés, en la plaza del Coronel Fabien en París, ¿se convertirá en un clásico de la moda? La nueva campaña de la casa Christian Dior, fotografiada por Peter Lindbergh, se realizó en su impresionante sala de conferencias, bajo la cúpula blanca imaginada por el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer. En el pasado, el lugar había acogido un desfile de Dries Van Noten y una fiesta de Prada. Para esta serie de imágenes que ponen en valor la más reciente encarnación de la bolsa Lady Dior, con cierta influencia étnica y de la mano de la actriz Marion Cotillard, la elección estuvo, sin duda, dictada por la estética más que por la política. El diseño casi gráfico de las piezas metálicas incrustadas en el plafón de la cúpula recuerdan en efecto las texturas del cocodrilo y la raffia de los que está hecho el bolso.
En la edición francesa de Slate, Ursula Michel dice que, además Dries Van Noten y Prada, Issey Miyake, Yves Saint Laurent y Louis Vouitton, habían rentado antes que Dior el Espacio Niemeyer —bautizado así en el 2008— para presentaciones, desfiles y campañas. “Extrañamente —escribe— la sede del Partido comunista francés parece interesar más a las marcas de lujo que a otras más modestas.” Del comunismo al consumismo.
En su breve historia de la sede del edificio, Le PCF a changé!, Vanessa Grossman explica que la construcción de la nueva sede, además de buscar reunir en un mismo edificio oficinas que se encontraban dispersas en la ciudad, era parte de la búsqueda del Partido por conquistar otros grupos sociales más allá de los obreros a los que se le asociaba tradicionalmente. “La edificación de un edificio es una acción cultural” y “podemos considerar que el hecho de darle una fisonomía arquitectónica a la nueva mentalidad y a su búsqueda de modernización participa de ese esfuerzo.” Grossman explica cómo la decisión de construir ese edificio y de encargar el diseño a Niemeyer era resultado de una discusión teórica más profunda entre los comunistas franceses a finales de los sesenta, donde se debatía la oposición entre creación y producción. Mientras que algunos como el crítico literario Pierre Macherey, alumno de Louis Althusser, y autor del libro Una teoría de la producción literaria, pensaba que la idea de creador aplicada a artistas e intelectuales tenía un dejo ideológico burgués, la elección de un creador reconocido como Niemeyer —con quien colaboraron Jose Luis Pinho, Jean Deroche y Paul Chemetov, además de Jean Prouvé diseñando el muro cortina— parecía definir la posición oficial del partido. Grossman dice que para Chemetov el nuevo edificio era una especie de perestroika adelantada del comunismo francés. Con todo, el Partido comunista tuvo peor suerte que su sede, clasificado como monumento histórico el 26 de marzo del 2007. Con dificultad para seguir manteniendo su sede, lo que queda del Partido comunista se ha replegado y, además de ofrecer la “cúpula retro-futurista con láminas de metal plateado” como escenario para campañas publicitarias de marcas de lujo, las oficinas se rentan a distintos despachos, incluyendo un par de arquitectos.
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