Paul Javal, interpretado por Michel Piccoli, baja por una estrecha rampa en un risco acompañando a Fritz Lang, interpretado por él mismo. Hablan sobre Penélope y sus muchos pretendientes. Planean cómo filmar la Odisea. Se detienen. “La muerte no es una conclusión,” dice Lang. Empieza la música y la cámara gira hasta descubrir, sobre una acantilado, una construcción color terracota. Casi una caja de no ser por un lado que desciende en pendiente hacia el suelo. Sobre el techo se ven un par de personas caminar. Corte. Vemos ahora el techo y una sola persona: Camille, la esposa de Paul, interpretada por Brigitte Bardot. La película es Le Mepris, dirigida por Jean-Luc Godard. La construcción es la Casa Malaparte, en Capri, obra de Adalberto Líbera, o al menos se dice.
Kurt-Erich Suckert nació el 9 de junio de 1898 en Prato, la Toscana. Su padre era alemán y su madre milanesa. Fue periodista antes de combatir en la Primera Guerra. En los años 20 se hizo miembro del Partido Fascista de Mussolini y empezó a firmar sus textos con seudónimo: Curzio Malaparte. Fue director del periódico La Stampa, de Turín, de 1929 a 1931 cuando lo despiden y viaja a Francia. En París y en francés publica Techinque du coup d’Etat, en el que Mussolini y Hitler, entre otros, son descritos como mediocres cuya única virtud es dominar la técnica del golpe de Estado. En 1933, a su regreso a Italia, Malaparte será encarcelado y no obtendrá el perdón de Mussolini sino hasta el 12 de junio de 1935.
“Me gustaría construirla toda con mis propias manos: piedra sobre piedra, ladrillo sobre ladrillo, la ciudad de mi corazón. Sería el arquitecto, el albañil, el obrero, el carpintero, el yesero: aprendería cada oficio para que la ciudad fuera mía, realmente mía, de los sótanos a los techos, mía como quisiera que fuera. Una ciudad que se viera como yo, que fuera mi retrato tanto como mi biografía. Y cualquiera, al entrar, sabría que la ciudad soy yo, que esas calles son mis brazos abiertos para mis amigos.”
Eso es parte del texto Città come me, publicado por Malaparte en el Corriere della Sera el 14 de febrero de 1937. Ese mismo año Malaparte junto con su amigo Guglielmo Rulli compran “muchos miles de metros cuadrados” frente al mar, en Capri, por menos de 12 mil liras —el bajo precio, dice Mario Ferrari, se debió a que la zona estaba protegida para detener la construcción de grandes villas que ya entonces empezaban a aparecer en la isla. Para el proyecto de su casa Malparaste escogió a Adalberto Libera, joven y prometedor arquitecto del fascismo —tenía entonces 34 años: nació el 16 de julio de 1903. Le pide en una carta le haga una casa como yo: triste, dura, severa. El 14 de marzo de 1938, Malaparte obtiene permiso para construir una casa bastante distinta a la proyectada por Libera, lo que ha llevado a muchos a afirmar que el proyecto es del escritor y no del arquitecto. En un texto publicado en Vanity Fair en 1984, Bruce Chatwin escribió:
En la isla de Capri vivieron tres narcisistas; cada uno se construyó una casa en el borde de un acantilado. Fueron Axel Munthe, el barón Jacques Adelswärd-Fersen y Curzio Malaparte. Los tres fueron escritores del tipo que se auto-dramatiza. Todos tenían una fuerte dosis de sensibilidad nórdica. Y todos buscaron expandir sus personalidades en la arquitectura. Sus casas fueron por tanto actos de amor a sí mismos: “casas de ensueño” donde esperaban vivir, amar y trabajar creando maravillas.”
Otros afirman que no hay duda en la autoría. Ferrari explica que aunque Libera dejó la construcción en manos de Malaparte y su maestro de obras —llegar a Capri era una odisea—, las proporciones en la planta y las alturas, la manera como se enmarcan las vistas y la relación con el paisaje, estaban en los primeros esquemas de Libera. Pero la escalera, lo más distintivo de la casa, parece sin duda idea de Malaparte.
Weil Arets dice que Malaparte “daba varios nombres a su casa, incluyendo Kasematte o «bunker» (relacionado a otro de los nombres que usaba: «casamatta» o «casa loca»), pero el más intrigante de todos era casa come me: casa como yo. Cualquiera que sea la verdad acerca del diseñador original de la casa —sea Libera, el maestro de obras capriano Arnitrano o Malaparte o una combinación de los tres—, el genio maligno sin duda fue el mismo Malaparte.” En 1947 Malaparte escribió un relato, parte ficción parte autobiografía, titulado Fuga en la prisión: no de, sino en, recordando sus años prisionero bajo el régimen de Mussolini. Ahí escribió:
Hoy vivo en una isla, en una casa que es triste, dura y severa, que construí para mi mismo, solitaria en una roca desnuda sobre el mar: una casa que es un espectro, la imagen secreta de una prisión. La imagen de mi nostalgia. Tal vez nunca quise, ni siquiera entonces, escapar de la cárcel. Un hombre no está hecho para vivir libremente en libertad, sino para ser libre dentro de una prisión.
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