29.7.10
slavoj zizek animado
andrés serrano y richard kern
de no ser por tratarse de fotógrafos provocadores, no hay otra razón, más que las coincidencias de la red, para poner estas fotos juntas –pero ¡cómo no aprovechar ese pretexto para subir estas dos fotos! (arriba serrano, abajo kern). en flavorwire publican que andrés serrano, artista y fotógrafo, quiere ahora ser rockstar. por otro lado, reforma anuncia que se inaugura en la vice gallery de la colonia roma –mérida 109– una exposición de fotos "soft-porn" (?) de richard kern.
27.7.10
inception musical
supervia
la idea de separar la circulación de vehículos y la de personas no es nueva ni, supongo, necesariamente mala. sin embargo, el que muchas mentes brillantes, desde leonardo hasta holland, pasando por henard y hilberseimer, aquí mostrados, hayan soñado –y algunos realizado– pasos elevados, deprimidos, túneles o puentes, desde hace al menos 500 años, y que muchas ciudades sigan enfrentando problemas de circulación y tráfico, incluso en túneles y puentes, haría pensar que la solución, por sí misma, no basta.
25.7.10
walter benjamin
ciudad bicicletera
al pan pan y a la cruz mirador
el país de las farsas
23.7.10
el teresa
hace algunas semanas fui al centro del df y vi, desde el otro lado de la cuadra, la fachada del cine teresa sin el anuncio, que ya nunca cambiaba, hoy función, las puertas y la taquilla cerradas. el cine teresa, inaugurado en 1939, obra de j.francisco serrano, era uno de las últimas grandes salas de cine de la ciudad de méxico que se conservaban –la historia de las salas de cine en méxico fue documentada por francisco alfaro y alejandro ochoa en su libro espacios distantes aun vivos. sin viabilidad económica ni, en cierto sentido, funcional, para los estándares de la exhibición cinematográfica de nuestros días, el teresa había sobrevivido gracias no a lo que se proyectaba en la pantalla –cine porno, generalmente italiano de los años 70– sino a lo que sucedía en las butacas, pasillos y baños. el teresa fue, durante muchos años, un cine al que nadie iba a ver la película sino a ver o ser visto, tocar o ser tocado. un cine para hombres solos, escribió juan solís en el universal. el teresa era una heterotopía, un espacios donde lo otro puede tener lugar, según las definió michel foucault –algo parecido a lo que registró stephen barker en su serie nightswimming, al fotografiar, en penumbras, lo que en público secreto sucedía en los clubes de sexo de nueva york.
22.7.10
premio stirling 2010
the guardian publica la lista de los finalistas para el premio stirling 20010 –que se entrega en octubre– para arquitectura construida en gran bretaña o por arquitectos británicos en europa. entre los finalistas, dos museos, el de arte del siglo 21, en roma, de zaha hadid, y la intervención en el neues museum de berlin, de david chipperfield.
21.7.10
elogio de la fotografía
beatriz colomina ha dicho que la arquitectura moderna se hizo eso, moderna, al publicarse. la arquitectura moderna lo es porque se publica: no porque sea pública sino porque su relación con el público, incluyendo al especializado, esta mediada por los medios. “la arquitectura moderna –dice colomina– sólo se hace moderna al involucrarse con los medios.”
de ledoux a le corbusier –como reza el título del libro de emil kaufmann– y de le corbusier a koolhaas, o de las cárceles de piranesi a los prisioneros voluntarios de la arquitectura, también de koolhaas, la arquitectura se quiso salvar de su anunciado fin volviéndose a veces texto, a veces imagen, a veces una combinación compleja de ambas. si, como explicó victor hugo, esto (el libro) mató a aquello (el libro), fue por pura supervivencia que la arquitectura se transformó en texto e imagen: los cuatro libros, hacia una arquitectura, aprendiendo de las vegas, nueva york delirante... y si empiezo por palladio es porque, como siempre, definir dónde empieza la modernidad es demasiado complicado –imposible y probablemente innecesario de intentarlo ahora.
los conquistadores españoles desembarcaron con una espada en una mano y la biblia en la otra. en la tercera traían un ejemplar de vitruvio: arquitectura como mass media.
en 1923 charles edouard jeanneret gris, mejor conocido como le corbusier, reunió varios textos publicados en l’esprit nouveau en un libro ahora famoso: vers une architecture.
el joven juan o’gorman, nacido en 1905 y quien estudió arquitectura entre 1922 y 1927, leyó el libro de le corbusier y seguramente vio un par de dibujitos de las fachadas del pintor amadeo ozenfant –que le corbusier usó para explicar el uso de trazos reguladores en la composición de una fachada– y una foto, de no más de 4 x 6 centímetros, de esa misma casa.
esa casa, ya muchos lo han explicado, sirvió de modelo para éstas. o más o menos. también nos han dicho que o’gorman transformó al modelo corbusiano: los materiales, los colores, los dientes de sierra sin plafón, aparentes tanto al interior como al exterior, los parteluces –antes que el maestro.
pero quizás esas transformaciones, esas traducciones, no se deban sólo al indudable talento de o’gorman, sino al hecho de que realmente no tuvo como modelo la casa de ozenfent sino unos dibujos de las fachadas y, sobre todo, unas fotos.
eso –además del concreto, de las losas aligeradas, de las escaleras, de los volados– es lo que hace a estas casas tan modernas: se imaginaron desde un principio como imagen –en esto podríamos ir atrás hasta brunelleschi.
como escribí en el texto incluido en este libro, los famosos clientes de o’gorman, diego y frida, también conocieron primero sus casas en foto: cuando se termina la obra vivían en estados unidos. es entonces que el padre de frida, conocido fotógrafo, toma una serie de fotos que le darán a la pareja una idea de sus nuevas casas.
como las del pabellón alemán en barcelona, esas fotos, esas imágenes, conservarán la idea del arquitecto más que la obra construida en vidrio y concreto. no porque haya desaparecido –como fue el caso del pabellón de mies– sino por haber sido transformada –transformación que también se registro en fotos de guillermo zamora.
como evidencias para csi, las fotos de guillermo kahlo sirvieron para la reconstrucción, a cargo de victor jiménez, no del caso sino de las casas. las fotografías –ese barthesiano detenimiento del instante ido ya para siempre– permitieron no sólo devolver al forma sino también –mediante un científico análisis de los grises en el blanco y negro– el color. la foto ayudó a ese otro fetiche moderno –que no viene al caso cuestionar aquí–: conservar el estado original.
es la casa recuperada lo que fotografió cristina kahlo –evidentemente ligada a la historia de estas casas y sus habitantes. pero cristina no cierra simplemente el círculo: la obra de o’gorman antes, después y como antes a los ojos de kahlo y kahlo pasando por zamora.
las fotos de los guillermos –kahlo y zamora– se meuven dentro del canon, de la manera habitual de fotografiar arquitectura –fotos casi clínicas– que no es necesariamente la manera habitual de ver la arquitectura.
ya walter benjamin, en su clásico la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, había hablado de dos maneras de percibir el arte, con una atención concentrada y mediante una distracción descentrada. la arquitectura, decía, se ve de la segunda manera: no con el ojo sino con el cuerpo.
las fotos de cristina intentan, creo, una mezcla de atención y descentramiento. pone el ojo y la lente ahí, y mira intensamente eso que no habíamos visto bien, que habíamos pasado por alto. vemos el zoclo, como de pueblo, la escalera, como de servicio, el aplanado, al fresco pero sin pretensiones.
vemos, tal vez, aquellas otras cosas que o’gorman vio, además de las pequeñas fotos del libro de le corbusier.
para eso, entre otras cosas, sirven las fotos: para ver más, con más detalle, con más tiempo. y por eso hay que hacer el elogio también de la fotografía.
20.7.10
19.7.10
biblioteca de jussieu
murió günther behnisch
políticas del mal gusto
estaba a punto de comentar la primera foto: presidente, secretario de educación y gobernador de guanajuato aplaudiendo felices frente a la ofensiva victoria alada en la recién inaugurada exhibición del bicentenario. ofensiva no sólo por los 39 millones de pesos que costó sino por lo cursi, anacrónica, ridícula y mala que es la esculturota, obra de un tal ricardo motilla. iba a hablar un poco del mal gusto que, aquí y en china, caracteriza a los políticos de derecha –conservadores por vocación y, muchas veces, ignorantes por desgracia, que con suerte piensan que la escultura se murió con rodin (a quien no siempre aprecian del todo) y que, al no encontrar ningún buen artista vivo de ese calibre (y no entender por qué), acostumbran rescatar de jardines del arte o casas de la cultura a nostálgicos de la figuración que, en el mejor de los casos, tienen buena mano de artesano pero nunca más. pero entonces vi esta foto que tuiteó andrea ruy de lo que el gobierno del distrito federal acaba de instalar en el zócalo y recordé el museo nómada, las pistas de hielo, las playas, los conciertos, las fotos de las rejas de chapultepec, las bancas de reforma y muchas otras cosas que demuestran que en este país, derecha e izquierda por igual (y "centro" también, no vaya alguien a leer una defensa del pri en estas líneas), además de ineptos y poco eficientes, corruptos y torpes, comparten la misma cursilería, la misma ignorancia, la misma estética anacrónica (con medio siglo de diferencia si acaso) y el mismo mal gusto.
18.7.10
las políticas de la ficción
la mesa mas larga
publicidad y espacio público
16.7.10
el león de oro
albercas en park avenue
15.7.10
elogio de la geometría
todos quieren su high line
14.7.10
13.7.10
el museo exhibido
ciudad verde, ciudad abierta
Hablar de una ciudad como la ciudad de México como si fuera algo unificado resulta siempre engañoso. Como cualquier gran metrópolis contemporánea, la ciudad de México es muchas: un conglomerado de ciudades, barrios y de zonas marginales que son el daño colateral del avance del capitalismo. Afirmar así simplemente que la ciudad de México es verde o no, que es abierta o no, resulta arriesgado. Sin embargo, contra lo que muchas veces pensamos, buena parte de esta ciudad es, al menos vista a vuelo de pájaro, bastante verde. Algunas zonas de la ciudad están llenas de árboles, a veces demasiados: plantados muy cerca unos de otros –lo que hace que, a la larga, unos crezcan con vigor y otros débiles y endebles–, casi siempre sin ningún orden, ni geométrico ni taxonómico, estorbando vistas o, peor, poniendo en riesgo instalaciones aéreas o subterráneas, ya con su fronda, ya con sus raíces, y estorbándose entre sí, robándose luz, agua o nutrientes. Pero con todo el efecto general, en algunas zonas, repito, es el de una ciudad arbolada, verde o, ya que las jacarandas se han vuelto prácticamente un árbol local, violeta. Pero verde, o violeta, la ciudad de México no es una ciudad abierta. Muchos de estos árboles que forman masas compactas están distribuidos en jardines privados e interiores, o si están sobre las aceras, en pequeños prados cerrados, rodeados por setos o cercados con rejas. A veces hasta un pequeño arbusto que apenas crece está protegido por una malla o por una cuidada colección de botellas de plástico. Aunque quizás no se trate de ninguna protección sino de cierto tipo de castigo: sabemos que muchos odian o de menos desprecian a los árboles: que tiren sus hojas o que los pájaros que viven entre ellas ensucien sus autos es una afrenta imperdonable; otros temen que con sus ramas los despojen de sus techos o que con sus raíces dañen los cimientos de sus casas.
Cuando se habla entonces de áreas verdes en la ciudad de México, además de pensar en la muy necesaria sustentabilidad ambiental o ecológica, no hay que olvidar la sustentabilidad social, que implica el que ese espacio verde sea también, en la mayor medida posible, un espacio abierto. Es curioso –y más bien debiera escribir: chocante– que muchos de quienes en sus viajes a Europa, por ejemplo, admiran que en primavera y verano la gente se tire semidesnuda a tomar el sol en cualquier parque o camellón, no lo hagan en su propia ciudad y, peor aun, consideren a quienes lo hacen como elementos relegados de la sociedad, mal portados o mal vivientes. Hasta en los parques públicos los prados se cierran o se cercan, dejando abiertos sólo los andadores, como si los parques fueran lugares de paso y no de recreo, de descanso, de hacer nada o de hacer cosas que no se pueden hacer en otro lado e incluso algunas que no se deben hacer en ninguno. Así que, aunque si pensamos en la relación de árboles per capita la proporción tal vez no sea tan mala, sabemos que la cantidad de espacio público por habitante en esta ciudad está muy por debajo de los estándares internacionales. ¿Qué hacer, cómo hacer que la ciudad de México sea más verde, sí, pero de manera inteligente y, sobre todo, más abierta?
Una opción prácticamente inviable sería hacer de esta ciudad una versión moderna de la Roma barroca, con pasajes y callejones entre patios y jardines privados. Pero seguramente ninguno estaría contento de ceder terreno y ver pasear por ahí a los vecinos, aunque sean los más estimados. En cambio, una opción moderada sería primero ajardinar, con buen criterio y eficiente lógica botánica, cualquier espacio público posible: pero no jardines cerrados –aunque la etimología nos diga que esa es la primitiva raíz de jardín y huerto: un espacio enclaustrado– sino abiertos y sobre todo útiles o, más bien, utilizables más allá de su valiosa función ecológica y de la no menos importante de ornato. Jardines para ver que también sean para estar. Jardines-restaurante o jardines-biblioteca, jardines-paraderos de autobús o jardines para estacionar bicis, jardines sala de espera afuera de las oficinas públicas y jardines-estacionamiento o, de menos, estacionamientos con árboles. Junto con eso habría que abrir cuanto jardín sea posible, empezando con los que pertenezcan a instituciones públicas o de gobierno. Con horarios y reglamentos de ser necesario, pero que puedan usarse aunque sea para sentarse a comer el almuerzo. Y cambiar la estrategia de paisaje en banquetas y camellones: un buen árbol, grande y sano, cada cuatro o cinco metros es mejor que un revoltijo de arbustos, árboles torcidos, mala yerba y pasto seco. Trabajar, pues, para hacer la ciudad más verde pero siempre más abierta.
8.7.10
tuitografías
7.7.10
si las apariencias no engañan, no sirven para nada
no importa si es divine –harris blenn milstead– o grace jones –grace jones– : las apariencias siempre engañan. ¿si no para qué son? por supuesto que al decir que las apariencias, por necesidad y obligación, siempre engañan, hay que aclarar inmediatamente que no es porque oculten, por debajo, una esencia o una sustancia original, auténtica, verdadera. las apariencias engañan porque lo único que hay es el engaño o más bien, para evitar el moralismo –engañar es malo– y el protagonismo –hay un autor del engaño– ilusión: ilusión de ilusiones, todo es ilusión. “¿qué es la vida? –escribió calderón de la barca– un frenesí. ¿qué es la vida? una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.”
pero estas sombras, a diferencia de la interpretación convencional de la caverna platónica, no son proyectadas desde un más allá ideal y, por tanto, inaccesible. se construyen desde adentro mismo. son puro teatro sí, pero como cantaba la lupe: falsedad bien ensayada, estudiado simulacro. no hay nada detrás –o al menos nada que importe. no hay verdad sino en la apariencia –y, por tanto, no hay verdad más que como engaño, como ilusión, como sombra, como estudiado simulacro y falsedad bien ensayada.
creo que es en su libro la intimidad que el filósofo español habla de dos ideas contrapuestas del yo, de la personalidad. una, la del aguacate, supone que, por debajo de la piel que mostramos a los otros, dura y protectora, hay una carne jugosa y sabrosa y, más abajo, un núcleo duro y con el potencial de germinar. la otra idea, la de la cebolla, encuentra debajo de la delgada piel que vemos hay otra, y luego otra, y otra, y otra. si las quitamos todas, una por una, nos quedamos con nada. no hay esencia, no hay núcleo, no hay hueso duro que roer.
atrás de mies van der rohe no está, simplemente, ludwig mies, ni atrás de le corbusier, charles édouard jeanneret-gris –ni atrás de david bowie, david robert jones, ni alberto aguilera valadez atrás de juan gabriel). primer proyecto del arquitecto –o del artista, o del cantante, o de cualquiera–: producirse a sí mismo como otro (es el título de un libro de paul ricoeur), a sabiendas de que –ya lo dijo rimbaud– yo siempre es otro.
3.7.10
2.7.10
when less was more
“Less is more” wasn’t for everyone; modernism was popular mainly with the so-called “Progressives,” the professionals and intellectuals who commissioned modern houses. But these trend-setters were not alone in assuming there would be fewer servants in the future and that modern conveniences would make housework easier to do, especially in smaller quarters.
1.7.10
feria de las vanidades
el bicentenario
qué emoción. pero no, no son imagenes filtradas de los ensayos que se realizan en secreto para el magno festejo del bi/centenario, no. hace veinte años vi el desfile que para los 200 de la revolución francesa organizó jean paul goude. aun lo recuerdo. pero temo –no, no lo temo, como no temía que méxico no llegara al añorado quinto partido–, supongo que aquí las cosas no serán iguales. ¿debieran ser iguales? no, claro.